top of page
  • Foto del escritorautora anónima

Detener una cadena de suicidios en la familia


Una persona en mi familia tomó una decisión que marcó a todos, y al resto de las generaciones quizás de por vida. Su actitud no fue más egoísta que la de quienes miraron para otro lado y no quisieron escuchar un destino inminente. Pero esa decisión, que no es una muerte más, dejó sentimientos de culpa, de negación y hasta de orgullo. Y, lo más grave, abrió un camino más a todo nuestro linaje, una forma posible de acabar con el sufrimiento y la depresión.


A mis 14 años mi madre quiso que vea como se intentaba tirar de una ventana, eso no tuvo el final trágico que se esperaría, mi padre la sujeto. Pero a partir de ahí yo ya estaba preparada para que algo de esa índole sucediera. Dos años más tarde mi madre me contó que su hermana se había suicidado tirándose de una ventana. Empecé a comprender cosas.


De repente tuve 21 y mi hermano me contó que está deprimido aunque tenía la vida que siempre deseó. Con eso dejé de subestimar mis sentimientos y me di cuenta de que mi ansiedad no es parte de mi personalidad, es una enfermedad a la que le siguen otras como la depresión. Cuando el resto me dice que no pasó nada que no es tan grave, pero a mi se me nubla el juicio y creo que es el fin del mundo, empieza a surgir esa idea, esa OPCIÓN, arraigada profundamente en la historia de la familia: ¿Qué pasa si le pongo fin al mundo?


Miro las vías del tren con cariño, empiezo a ver los autos pasar y pienso: ¡AHORA!. Luego pienso qué pasaría si mis padres me encuentran tirada en el piso sin respirar. Mientras tanto me cuesta la vida social, la atención me falla, lloro todos los días y no sé por qué. Voy a terapia pero no hablo de mi deseo imperioso de finiquitación. Un día en llantos dije: “No quiero vivir más así, no me interesa vivir” y alguien se lo tomó en serio.


Ahí caí al psiquiatra para medicarme. Y aunque ya sabía que debía ser así, es un llamado de atención. Pero en un mes problemas que parecían importantes dejan de serlo tanto, puedo procesarlos y trabajarlos. Vuelvo a sentirme yo.


Compartí esto con mi hermano que meses después me llamó para hacer un viaje internacional porque se quería tirar de un puente y necesitaba que lo rescaten. Pero estoy preparada para esto, mi vida, mi historia, se dieron para sufrir y tolerar estas situaciones. Y así ganamos 3 años más de vida…


Hoy tengo 27. Hago terapia con una psicóloga y estoy medicada para calmar mi ansiedad. A veces tengo episodios, pero no me persiguen tanto como antes. ¡Mis hermanos y amigos son mi pilar! Por suerte soy muy buena rodeándome de gente, aunque no puedo decir eso con la parte amorosa. Pero desde que me medico disfruto mucho más mi soltería y mi independencia.


Mi hermano es una gran parte de mi sentido de ser y estar. El sigue muy mal, batallando a la distancia porque vive en otro país. Lo acompaño todo lo que puedo. Me entristece que un alma como la suya no le pueda seguir dando al mundo su ser. Y así, yo supongo que alguien piensa lo mismo de mí y me doy cuenta de que las acciones que doy vuelven sin ser solicitadas. En la cuarentena adopté un gato que también me ayuda bastante.


Lo que me cambió fue que mi hermana tuvo una hija. Decidí que voy a hacer lo posible para que ella no aprenda que el suicidio es una opción válida. No va a sufrir lo que sufrí yo porque una familia ignoró, negó y calló durante tanto tiempo.

 

Ver también:





bottom of page