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Prevención del Suicidio Adolescente-Juvenil - Recursos
 

Prevención del Suicidio Adolescente-Juvenil - Recursos

 

La adolescencia es un nuevo nacimiento, con ella nacen rasgos humanos más completos y más altos.

Stanley Hall

 

La adolescencia y la primera juventud (edades entre 13 y 25 años) son etapas de profundos cambios y muchos proyectos. Para algunos, las épocas más alegres y divertidas de sus vidas. Sin embargo, para muchos adolescentes y jóvenes, transitar este tramo de sus vidas representa un verdadero infierno; peor aún, desde sus propias perspectivas, un infierno que se prolongará por siempre. A esto se le suma la natural impulsividad de los adolescentes o jóvenes y su inexperiencia en el manejo de nuevas emociones. Además, a diferencia de lo que suele ocurrir en la infancia, los adolescentes y jóvenes tienen la capacidad de concebir su propia muerte como una salida a su sufrimiento y no les suelen faltar ejemplos concretos de pares que terminaron con sus vidas por suicidio generando fuertes sentimientos de identificación. Ver Identificación e Imitación en relación al Suicidio. Todo lo dicho hace que los adolescentes y jóvenes constituyan el grupo etario con mayor riesgo de suicidio.


Sin duda, cuando hablamos de Prevención Comunitaria de la Conducta Suicida, los mayores esfuerzos deben estar orientados hacia la adolescencia y la juventud, por la magnitud de las cifras de suicidio adolescente-juvenil y por la responsabilidad que como adultos tenemos en el cuidado de los más jóvenes. Es mucho lo que se ha trabajado en este sentido; sin embargo, para que la prevención comunitaria del suicidio adolescente-juvenil resulte efectiva debemos generar un verdadero cambio social. Es necesario revisar y re-aprender muchas cuestiones que tomábamos como ciertas. Ver también Derribando Mitos sobre el Suicidio.


Aceptar que nuestros adolescentes y jóvenes están en riesgo


Cuando un adolescente o un joven muere a causa de suicidio, los padres y los adultos cercanos suelen ser los más sorprendidos. Imaginar que un ser querido termine con su vida por suicidio es difícil o imposible; sin embargo, no solo ocurre, sino que ocurre con mucha frecuencia.


Los padres que cuidamos de nuestros hijos tomamos medidas para protegerlos de la inseguridad, de la violencia callejera, de los accidentes de tránsito, de las enfermedades contagiosas y de otros riesgos. El suicidio no suele estar en nuestra lista de peligros potenciales. Tal vez ignoramos que es la primera causa de muerte entre adolescentes y jóvenes o, si lo sabemos, pensamos que es algo que le ocurre a otros, que si mi hijo  estuviera en peligro yo me daría cuenta. La realidad es que, aunque los expertos dicen que siempre hay signos que anticipan un suicidio, esos signos son difíciles de identificar, especialmente para los familiares o convivientes que suelen naturalizar casi cualquier actitud pensando “él es así”, o confundir estas señales con los cambios típicos de la edad. La única respuesta posible frente a esta incertidumbre es reconocer al suicidio adolescente-juvenil como un riesgo real y tomar las medidas para la prevención de las que hablaremos luego en todos los casos, haya o no haya señales de advertencia.


La prevención del suicidio adolescente comienza en la infancia


Los pensamientos suicidas de los adolescentes o jóvenes ocurren como respuesta a una crisis emocional que casi siempre se origina en un problema concreto. Sin embargo, no es posible evitar que los adolescentes o jóvenes se enfrenten a problemas y tengan que atravesar crisis emocionales. Por eso, la manera más efectiva de prevenir el suicidio adolescente-juvenil es dotar a los chicos de los recursos necesarios para afrontar las vicisitudes que inevitablemente encontrarán en su adolescencia, juventud y en el resto de sus vidas. A esto lo llamamos Prevención Primaria de la Conducta Suicida. Ver También Prevención del Suicidio en la Infancia. Si bien la infancia es la etapa ideal para aprender los valores, las habilidades sociales y las actitudes frente a la vida necesarios para afrontar problemas sin recurrir a pensamientos suicidas, este aprendizaje debe continuar en la adolescencia, juventud, y en realidad durante toda la vida.


Las relaciones sociales en la adolescencia y la juventud

 
La adolescencia y la primera juventud son etapas de profundos cambios, no solo fisiológicos y psicológicos, también en las relaciones sociales. En solo 12 años los niños tienen que pasar de una dependencia casi completa de los adultos a convertirse ellos mismos en adultos maduros y completamente responsables de sus propias decisiones. Todo este proceso suele ser tortuoso tanto para los adolescentes como para sus padres o cuidadores. La natural rebeldía adolescente o juvenil es parte necesaria en este cambio. El adolescente y el joven desafían la autoridad de los adultos maduros y se refugian en sus pares para construir sus propios grupos de pertenencia. El problema es que esta transformación no siempre sale bien. Los conflictos con los padres pueden ir más allá de lo necesario y la aceptación en otros grupos no siempre llega o resulta satisfactoria.


Los problemas de relación están entre los principales Factores de Riesgo de la Conducta Suicida y la adolescencia o juventud son etapas de la vida con profundos conflictos en las relaciones, por este motivo requieren cuidados especiales.


Aceptar la rebeldía adolescente-juvenil con todas sus manifestaciones como un proceso natural que lleva a la gradual emancipación de los jóvenes puede servirle a los padres para transitar con menos conflictos esta etapa. Hay que entender que los chicos sueltan la seguridad de la relación con sus padres sin una garantía de no tener conflictos graves en sus otras relaciones. Los adolescentes y jóvenes aún necesitan la contención y el acompañamiento de su familia y esta debería actuar como una red de contención acompañando sus procesos de crecimiento y emancipación. Para que esto funcione así es importante que se construyan previamente vínculos de confianza mutua con los padres y también con otros adultos significativos. Estar presentes para los niños, adolescentes y jóvenes ante pequeños problemas, y servirles de apoyo y contención en su resolución, servirá para que, cuando se presenten problemas realmente importantes, los adolescentes o jóvenes recurran a nosotros.


La autoestima adolescente o juvenil


Aprendemos a querernos a nosotros mismos desde el amor y el reconocimiento como seres valiosos que recibimos de nuestros padres u otros adultos significativos durante nuestra primera infancia pero, aún en el mejor de los casos, nuestra autoestima suele ponerse a prueba durante las crisis vitales. Los adolescentes o jóvenes, en particular, suelen estar sometidos a muchas exigencias en las que sienten que deben demostrar su valía. Por un lado las exigencias de la vida moderna en un mundo cada vez más competitivo hacen que muchos padres se preocupen por el rendimiento académico de sus hijos y les hagan reclamos en este sentido; por otro, la natural necesidad de una progresiva emancipación de los padres u otros adultos los obliga a buscar nuevos grupos de pertenencia entre sus pares donde no siempre son fácilmente aceptados. También la adolescencia y la juventud son las etapas en las que se ensayan las primeras relaciones amorosas que suelen incluir frustraciones. En algunos casos la aceptación de las propias preferencias sexuales o rasgos de personalidad particulares hacen que muchos adolescentes o jóvenes sientan que no encajan en los grupos. Como vemos, para muchos chicos y chicas, la adolescencia y la primera juventud no son esas etapas idílicas de libertad y alegría que algunos cuentan; por el contrario, están llenas de mandatos y condicionamientos que algunos no llegan a cumplir generando malestar, pérdida de la autoestima y en algunos casos pensamientos suicidas o conductas autodestructivas como adicciones o autolesiones.

 
También en este sentido la presencia contenedora de los adultos es de fundamental importancia. Las exigencias en el hogar deben ser moderadas y basadas en el diálogo, no en la imposición. En última instancia, el éxito de los adolescentes o jóvenes en los proyectos que emprendan dependerá más de sus propias motivaciones internas que de la presión que pudiéramos ejercer y, aún cuando sus resultados no cubran nuestras expectativas, seguirán siendo preferibles frente al riesgo de suicidio.


Los padres, docentes y otros adultos significativos también cumplen un papel importante en la construcción de la autoaceptación y la autoestima de los chicos y chicas a su cargo. Los adolescentes y jóvenes experimentan fuertes cambios, tanto en su aspecto físico como en sus rasgos de personalidad. De repente se encuentran habitando un cuerpo y una mente que les resultan nuevos y se enfrentan a la difícil tarea de aceptarse tal cual son y construir a partir de ello. En algún sentido son niños grandes, aún necesitan la aprobación de los adultos para reafirmarse en sus convicciones. La autoaceptación y la autoestima son las armas más poderosas con las que cuenta cualquier persona para afrontar las vicisitudes de su vida. Un adolescente o joven con buena autoaceptación y autoestima se relaciona mejor con sus pares y se vuelve menos dependiente de la aceptación de sus grupos de pertenencia.


Perspectiva de futuro del adolescente o el joven


Los adolescentes y los jóvenes son dueños de un tesoro invaluable que es su futuro. Tienen más años por delante que los adultos maduros o mayores y más oportunidades de actuar sobre su porvenir transformándolo según sus preferencias; sin embargo, parecieran no saberlo. Los problemas de la adolescencia y la juventud se perciben como si fueran a durar por siempre. Los conflictos en las relaciones familiares, la “necesidad de agradar” o “caer bien” en los grupos de pertenencia, las inseguridades y frustraciones de las primeras relaciones amorosas, las dificultad para incorporarse al mercado laboral, los bajos salarios, los problemas económicos y de vivienda, los fracasos académicos y la necesidad de construir un futuro en un medio que ofrece pocas oportunidades suelen generar desánimo y desesperanza en los adolescentes y jóvenes que pueden verlos como obstáculos infranqueables. En este punto, el apoyo y el acompañamiento de padres, docentes y otros adultos significativos son necesarios para que el adolescente o el joven consolide la confianza en sus propias capacidades y la esperanza en el futuro.


Un acompañamiento de este tipo: que afiance los vínculos generando sentido de pertenencia, que refuerce la autoestima desde la valoración sincera y que brinde apoyo en las dificultades para promover la esperanza, sumado a una educación en valores, habilidades sociales y actitudes frente a la vida como la que referimos en Prevención Primaria de la Conducta Suicida son, sin duda, las medidas más efectivas para prevenir el suicidio adolescente-juvenil. Sin embargo, todo esto no evitará que los adolescentes o jóvenes tengan que atravesar crisis emocionales incluso con pensamientos suicidas. Estas crisis deben ser asistidas, pero de esto hablaremos en Prevención del Suicidio Adolescente - Asistencia.

Ver también:

Prevención del Suicidio en la Infancia

Prevención del Suicidio en Adultos

escenarios saludables

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