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Sentimientos Propios del Duelo por Suicidio
 

Sentimientos Propios del Duelo por Suicidio

 

Pedir perdón es de inteligentes,

perdonar es de nobles

y perdonarse es de sabios.

Anónimo

 

¿Por qué el Duelo por Suicidio implica sentimientos propios?

Como dijimos en la página Asistencia en Duelo por Suicidio, el duelo por la muerte de un familiar o allegado a causa de suicidio es diferente. La pérdida del ser querido y la necesidad de reconstruir nuestra cotidianeidad y nuestro plan de vida sin esa persona es común a todos los duelos, pero en el duelo a causa de suicidio se suma la perplejidad, el sentimiento de abandono y el estigma social que pesa sobre el suicidio. Además, en muchos casos, un fuerte cuestionamiento interno sobre el sentido de la vida.

Siempre, la mejor actitud es aceptar nuestros sentimientos sin juzgarlos o evaluarlos, y abrirles las puertas de nuestro corazón sabiendo que son transitorios.

 

Por todo eso, el duelo por suicidio implica sentimientos que le son propios sobre los que reflexionaremos:

La culpa

 

El suicida es, claramente, quien decidió su muerte y fue, hasta ese momento, el principal responsable de su propia vida. Sin embargo, con demasiada frecuencia, queda en las personas cercanas la sensación de que hubieran podido hacer algo diferente.

 

Los “si hubiera dicho o hecho esto o aquello”, o bien, “si no hubiera dicho o hecho esto o aquello” se repiten hasta convertirse en una verdadera tortura autoinfligida.

 

De poco sirven las explicaciones o los razonamientos que indican claramente que no es posible prever las consecuencias de todos los actos humanos. La culpa es un sentimiento muy visceral, superarla requiere de una verdadera transformación interior: asumirnos a nosotros mismos como seres imperfectos, permitirnos el error, perdonarnos.

De eso se trata ser humanos. Si las cosas hubieran sido diferentes, jamás lo sabremos. Lo único importante es que todos, en cada momento de nuestras vidas, hicimos lo que nos pareció lo mejor para nosotros y para nuestros seres queridos. Juzgar desde el ahora, con todo lo que aprendimos, con toda la experiencia acumulada, lo que hicimos en el pasado es injusto con nosotros mismos y muchas veces es cruel. Perdonarnos es reconocernos en nuestra humanidad como seres falibles.

Evaluar nuestros actos del pasado a la luz de la experiencia actual es cruel e injusto con nosotros mismos.

La vergüenza

 

Como si no bastara con el propio reproche, aún queda lidiar con el reproche real o imaginado de los otros. El suicidio es un fenómeno difícil de entender y, a falta de una mejor explicación, es frecuente el prejuicio de que si alguien llega al suicidio es porque no fue bien cuidado. Casi siempre son las personas más cercanas, las que más se ocuparon del difunto, las que tienen que lidiar con este tipo de acusaciones que algunas veces se expresan con palabras pero con mucha más frecuencia se dejan entrever en gestos o miradas. 

Aún cuando nada de esto exista, el miedo a ser acusado hace que quienes perdieron un ser querido a causa de suicidio muchas veces escondan su tragedia o prefieran no hablar de ella teniendo que transitarla en completa soledad. No es necesario dar explicaciones, pero sí reelaborar la propia historia para no seguir cargando con lo que, en definitiva, fue la decisión de otro. La vergüenza es otra cara de la culpa. Lo primero que necesitamos para enfrentar la mirada de los demás, es estar en paz con la propia mirada.

 

Asumiéndonos como seres falibles podremos recuperar el orgullo.

 

El Desamparo

 

El desamparo es un sentimiento que también aparece en otros duelos: un hijo que pierde a su madre o padre, o una persona que pierde a su pareja, pueden sentir que están solos en el mundo. Pero, cuando es nuestro ser querido el que decidió su propia muerte, el sentimiento de que “nos abandonó” puede ser mucho más fuerte. Las personas que pierden seres queridos a causa de suicidio, especialmente los más jóvenes cuando pierden padres o parejas, pueden sentir que no son lo suficientemente buenos como para que ellos eligieran seguir a su lado. La realidad es otra, lo sabemos, las personas con firmes pensamientos suicidas sufren lo que se conoce como síndrome pre-suicidio, que incluye una desconexión emocional con sus seres queridos. No saben, ni siquiera pueden imaginar el daño que le están causando a los que quedan vivos. Si pudieran saberlo, seguramente muchos desistirían del intento, pero están demasiado absorbidos por su propio sufrimiento como para poder imaginar el sufrimiento ajeno.

 

Sin embargo, como la culpa o la vergüenza, el desamparo también es un sentimiento muy profundo que no cambia demasiado con argumentos racionales. Muchas personas que perdieron seres queridos a causa de suicidio siguen sintiendo durante años, décadas, o durante toda su vida, no solo que fueron abandonadas por su ser amado sino también que no merecen el amor de nadie más. Con frecuencia tienen problemas para relacionarse porque, de algún modo, siempre están temiendo el abandono. Superar este sentimiento puede ser lo más difícil. Por eso es importante construir y sostener vínculos profundos para, de a poco, volver a confiar.

Solo el otro, algún otro, puede salvarnos del desamparo.

 

El miedo al suicidio

 

Nunca es fácil entender el suicidio, y entre más cercana es la persona que lo comete más difícil resulta encontrarle sentido. Pero ahí está. Desde el mismo momento en que ocurre, o después de un tiempo de negación, los deudos deben aceptar que su ser amado decidió quitarse la vida por su propia mano. La pregunta que sigue podría ser: si esto que nos pareció tan improbable, ocurrió, ¿no podría volver a suceder? Y esta posibilidad resulta aterradora. ¿Podría pasarle a otro de mis seres queridos? ¿Podría ocurrirme a mí mismo? 

Debemos decir que estos miedos no son totalmente infundados. El suicidio de un familiar o allegado es reconocido como un factor de riesgo de la conducta suicida. Si bien es cierto que el comportamiento suicida no se hereda en términos genéticos, hay dos razones que explican este aumento del riesgo. En primer lugar, algunos trastornos mentales que también fueron referidos como factores de riesgo, sí tienen componentes genéticos heredables: por ejemplo la esquizofrenia o el autismo. Ver Factores de Riesgo y Protectores de la Conducta Suicida. Y, además, con mucha más frecuencia, el suicidio se instaura en las familias o en las comunidades como una pauta cultural o un permiso que nos dice: “si fulano lo hizo yo también lo puedo hacer”. El suicidio de una persona cercana o tan solo de un conocido, activa procesos de identificación e imitación, especialmente en los más jóvenes, que acrecientan el riesgo suicida. Ver Identificación e Imitación en relación a la Conducta Suicida.

 

Por supuesto, el miedo no ayuda a evitar que otros miembros de la familia o la comunidad generen pensamientos suicidas, por el contrario, el miedo induce al silencio y al ocultamiento. Así, en muchas familias y comunidades el tema del suicidio se convierte en un verdadero tabú. Debemos recordar que hablar del suicidio responsablemente no induce a las personas a cometerlo, al contrario, hablar del suicidio en las familias o comunidades donde ocurrió una muerte a causa de suicidio, un intento de suicidio, o simplemente alguno de los miembros sufre pensamientos suicidas suele ser una oportunidad invalorable para pedir y recibir ayuda. Ver Cómo hablar sobre el tema del Suicidio.

 

El miedo al suicidio es el fundamento último del tabú que pesa sobre el tema. Debemos vencerlo para que una Prevención Comunitaria efectiva sea posible.

Otros sentimientos propios del duelo por suicidio

 

Las personas que transitaron un duelo por la muerte de un ser querido también refieren otros sentimientos que muchas veces le generan extrañeza, vergüenza o culpa. Lo más importante que tenemos que saber es que el suicidio de un ser querido es una experiencia límite para la que no estamos preparados, por lo que cualquier sentimiento o emoción que se nos cruce tenemos que aceptarla como natural en esa circunstancia.

 

Muchos, por ejemplo, se enojan con la persona que cometió suicidio. El enojo está más que justificado. Como dijimos antes, el suicida genera un perjuicio muy grande a todo su entorno, y lo hace a partir de lo que percibimos como una acción voluntaria. Parte del proceso de duelo se trata de gestionar ese enojo desde el entendimiento de que el suicidio nunca es un acto completamente voluntario, ya que el suicida realmente no puede ver alternativas ni evaluar todas las consecuencias de sus actos, que está sumido en un sufrimiento que lo desborda. En base a este entendimiento es posible perdonar y perdonarse, pero el perdón también es un proceso, por lo que en el mientras tanto, es necesario transitar el enojo.

También podrían aparecer sentimientos mucho más contradictorios como el alivio, casi siempre acompañado por la culpa por sentir alivio. Todas las personas que llegan al acto suicida lo hacen después de atravesar un proceso, a veces muy largo. Algunos transitan este proceso en silencio, ocupándose de ocultar sus síntomas y su sufrimiento, mostrándose al mundo alegres y optimistas. Esos son los suicidios más desconcertantes. Están también los que piden ayuda ruidosa y desesperadamente, se quejan por todo, se muestran deprimidos, adoptan continuamente una postura de víctimas de la que parecieran no querer salir. Más allá de que está claro que estas personas necesitan ayuda, muchas veces no sabemos cómo ayudar. Pareciera que nada les viene bien. Convivir con una persona en tal estado de ánimo resulta desgastante. No hablamos aquí de falta de amor sino de cuestiones de convivencia. Hay circunstancias en las que es muy difícil convivir y, más allá del amor que profesemos, los sentimientos contradictorios aparecen. Cuando una de estas personas muere a causa de suicidio, los cuidadores o los convivientes, incluso los amigos o personas cercanas podrían llegar a sentir alivio. Los sentimientos nunca están  “bien” o “mal”, son lo que nos pasa. Además la mente humana es tan compleja que un sentimiento no excluye al opuesto, aunque por momentos pareciera taparlo. Aún así, si no entendemos que no somos responsables de lo que sentimos, el sentimiento de alivio frente a la muerte de un ser querido puede generar o acrecentar un sentimiento de culpa. La primera regla al transitar un duelo sigue siendo permitirnos sentir, no importa qué, y aceptar que el duelo es un proceso por lo que nuestros sentimientos también irán cambiando.

 

Una ayuda muy importante al transitar un duelo por suicidio es la palabra. Los humanos tenemos ese don maravilloso que nos permite comunicar y compartir lo que sentimos. Lamentablemente, también tenemos tabús que nos dicen “de esto no se habla”. Especialmente con el tema del suicidio. El miedo que genera por asociarlo con la muerte, y esa creencia tan arraigada, aunque falsa, de que hablar del suicidio puede inducir al acto, muchas veces priva a los afectados de oportunidades para gestionar sus estados emocionales perturbadores de la forma natural en que deberían hacerlo: hablándolo en familia, entre amigos o en espacios comunitarios apropiados. Por supuesto que no todos están dispuestos o preparados para escuchar. Es un tema difícil, no hay duda. Pero todo aquel que sienta la necesidad de contar lo que le está pasando tendría que poder encontrar un lugar dónde hacerlo. Si no hay un familiar o un amigo disponible puede ser un sacerdote, un consejero, un profesional de la salud mental o un teléfono para asistencia en crisis emocionales. Transitar un duelo por suicidio en completa soledad puede ser una carga demasiado pesada para cualquier persona. 

Buscar activamente entornos de escucha comunitarios o profesionales es la mejor manera de procesar lo que sentimos y encontrar alivio.

 

Ver también:

 

Asistencia en Duelo por Suicidio

 

Identificación e Imitación en relación a la Conducta Suicida

escenarios saludables

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