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  • Foto del escritorEscenarios Saludables

Relato de mi visita a Monte Quemado

Elisa Brunello.

Estudiante de Psicología. Voluntaria de “Escenarios Saludables”


Me llamo Elisa y soy voluntaria de Escenarios Saludables. Paralelamente a mi formación como licenciada en psicología, me estoy formando en la temática del suicidio. Cada mes se abren nuevas posibilidades de participación comunitaria y por mi parte sentía un gran anhelo por aumentar mi colaboración.


Y una noche llegó el mensaje por WhatsApp, donde decía que había lugar para viajar con el doctor Raúl Morello a Monte Quemado.

Dispuesto mi corazón, hablé con mi esposo e hijos y ellos apoyaron mi decisión de hacerme disponible, pero nos preguntábamos ¿cuánto cuesta este viaje? ¿Cuánto dinero tengo que calcular para la comida y para moverme en aquel pueblo? Esas eran preguntas que necesitaban una respuesta para programar bien el viaje y sobre todo por la situación económica en la que nos encontramos en Argentina, yo pensaba: “tengo que hacer buenos planes para tremendo viaje”, ya que bien se sabe, esto conlleva un costo.


Por primera vez, a mis 48 años, podía palpar lo que es una red solidaria, una avioneta para los voluntarios de Escenarios Saludables, alojamiento de primerísimo nivel sin cargo y la más exquisita comida casera, que con mucho cariño se encargaban Hilda y Marta, dos voluntarias que viven en Monte Quemado y que fueron la familia que me contenían tan lejos de la mía. (Aahhh y la sopa “más rica del universo”, después de la de mi mamá, la de la Madre Superiora).


Los días previos al viaje me sentía "montada en mi ansiedad", así que le escribí por WhatsApp a Moni, que ya tenía la experiencia de haber viajado a Monte Quemado, ella me respondió por mensajes de audio con mucha paciencia y yo tomaba nota y los escuchaba una y otra vez.


Las cosas no podían ser mejores para mí, me sentí tan afortunada, cuando el doctor Raúl, un día antes de viajar me llamó, para darme la noticia que una psicóloga voluntaria se sumaba el viaje, ya que hasta ese momento solo viajábamos el doctor y yo. Enseguida me comuniqué con Silvana y nos pusimos a "tiro" con los preparativos.


Yo sentía que iba domando a mi ansiedad, pero ella se manifestaba con gran intensidad en mi cuerpo...


Salimos de Buenos Aires por el Aeroparque de San Fernando el sábado 6 de agosto. ¡A las 6:17 a.m. ya estábamos volando!!! Todo se me presentaba nuevo.

La avioneta tiene 11 asientos, 9 para pasajeros y 2 para los pilotos y algo de lugar para el equipaje, entonces viajamos el doctor Raúl, Silvana y yo. Los otros asientos eran ocupados por médicas de "Alma y Vida" quiénes viajaban a "El impenetrable".

El viaje de ida y vuelta fue muy bueno, a pesar del ruido que hace la avioneta, Silvana y yo no dejamos de hablar, íbamos conociéndonos, el resto del pasaje dormía.


Al llegar a Monte Quemado el aterrizaje fue sobre "pista nueva" (¡este detalle no es menor ya que en El impenetrable la pista no es de asfalto, así que también hice pista!!! ¡¿Ay Dios mío quién lo diría?!!!)

Al bajar de la avioneta nos recibió un hombre del lugar y luego nos vino a buscar Hugo quien nos trasladó hasta el convento, lugar donde trabajamos con la comunidad.


El doctor pidió bajar antes para visitar a un paciente y nosotros seguimos camino al convento con Hugo. Muy amablemente nos recibió Nelli, una colaboradora de las monjas, la escuché decir que ella estaba "monjeando" haciendo alusión a su colaboración en el convento.


Nos presentó a la Hermana Eucaristía quien nos mostró el lugar donde nos alojamos, es decir la habitación, la cocina y el comedor y por fin los consultorios, muy sencillos, uno pequeño al lado del baño sería el mío, muy luminoso, unas cortinas de tela dividían el consultorio de otro ambiente, al que la Hermana hizo referencia como el "trabajo de Cáritas"; allí vi ropa y zapatillas clasificadas por talle, todo muy ordenado y en ese lugar había un ventanal con el que se ventilaban los ambientes.


¡Yo no podría decir si lo que sentía era ansiedad o unos nervios locos!!!! Silvana aceptó que la acompañara en la primera entrevista como para ir "calentando motores". Y si, no les voy a mentir, eran los nervios de novata y la incertidumbre de no conocer al paciente, de no tener la dinámica del consultorio y en este caso la de las entrevistas de emergencia.


Después de atender a la primera paciente, necesité salir a respirar aire, sentía que una manada de elefantes se había sentado en mi pecho, y en el patio del convento pensé: ¿qué hice? ¿Estaré a la altura de las circunstancias? ¡Esto es mucho para mí!! Pero yo estaba allí, alcanzando lo que tanto había anhelado y para lo que me había preparado y del otro lado me esperaban personas para abrir su corazón y entregarme su historia, y su dolor.


Respiré profundo tres veces, ¡qué gran responsabilidad tenía!, me di cuenta que tenía que cuidar muy bien las palabras porque dijera lo que dijera, eso iba a influir para bien o para mal en la vida de esas personas, así que me dije: ¡volvé a tu lugar!, a escuchar, a contener, a alojar con palabras cuidadosas, y con amor, ahuecándome para hacer continente de quién necesita ser contenido. Luego me paré en la puerta del consultorio y dije: ¿Quién sigue?


Fue lo mejor que me pasó en este camino de profesión; me ayudó a reafirmarme en lo que quiero hacer y ser, me acercó a una realidad que no imaginaba y me dio la oportunidad de conocer a voluntarias que se ponen en el hombro la tarea comunitaria, porque la esperanza no se pierde y porque están convencidas que llevan la bandera en pos de la vida.

Ellas también nos regalaron su historia. Una noche, en la sobremesa de la cena escuchamos a Hilda, sentía que mis ojos se iban humedeciendo al escuchar su relato y un nudo en la garganta, que no podía contener la conmoción en mi interior, fue nuestra última noche juntas y cuando nos despedimos lo hicimos con un fuerte abrazo de esos que recomienda Diana Altavilla, de más de 8 segundos (no los conté, pero fueron más de 8).


¡En Monte Quemado todo es de calidad!!

Aprendí que puedo ser solidaria, y que eso puede demandar de mí tan solo un gesto, una mirada que registre la existencia del otro, o una sonrisa.

Aprendí la importancia vital de registrar al otro con su propio deseo.

Aprendí que es ser humano, eso que no se aprende en la universidad.

Y regresé plena, llena en mi espíritu.

Ilusa yo, dejé pasar algunos días, creyendo que iba a encontrar las palabras que me describan, pero no existen, esta experiencia supera todo.


Solo puedo decir que quiénes pasan por la experiencia de Monte Quemado, y se dejan interpelar por ella nunca más son iguales, Monte Quemado te pule y ya saben que después se ve el brillo, así de especial te hace Monte Quemado. (¿Será por eso que el Dr. vuelve desde hace 10 años?)

A mis compañeros voluntarios les digo: "¡No se pierdan de esta experiencia, háganse disponibles desde el corazón, propónganse, planifiquen y proyecten Monte Quemado y vuelen!

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