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Aprender a escuchar para acompañar a una hija adolescente


Soy mamá de una adolescente con pensamientos suicidas.


Todo comenzó hace poco más de un año, con incomodidades e inseguridades en el cuerpo. Las cosas que le gustaban dejaron de a poco de gustarle. Comenzó a dormir hasta tarde y acostarse a cualquier hora. Como estábamos en pandemia, no me preocupo mucho. Sí todo lo anterior, por lo cual concurrimos a profesionales de la salud para hacerle estudios. Todos dieron bien. Entonces pedí turno con una psicóloga y empezó terapia.


Se sentía por momentos triste y sin ganas de hacer nada. Solo estar mirando su teléfono celular. Hacía las tareas del colegio, pero estaba siempre cansada y triste. Según la psicóloga era parte de la adolescencia. Después de un tiempo le pregunté a la psicóloga si no era necesario consultar con un psiquiatra ya que se ponía muy nerviosa, tenía crisis o ataques de pánico y no podía resolver las tareas o ejercicios que le daban.


Esto fue aumentando, más y más, hasta llegar al año de terapia. La psicóloga entonces me dijo que consultara con un psiquiatra. Consultamos. Con la medicaron seguía empeorando. Su comportamiento no era el mismo: siempre de mal humor, sin ganas de nada, mirada triste, como pérdida. Empezó a contarme que tenía pensamientos suicidas, solo eso, y dibujaba monstruos, caras sin ojos y con la boca abierta, como gritando. Tuvo impulsos suicidas tres veces. La primera tomó pastillas y las vomitó. Las otras dos veces me llamó antes de hacerlo.


Su cambio de actitud fue inesperado, buscando las cosas de navidad, encontramos unos posa vasos y posa platos que dicen “sonríe”. Ella los vio y me dijo: “Mami estos los quiero yo, porque quiero sentir que río desde adentro, y cada vez que los vea me voy a acordar de que tengo que sonreír”. A mí me causó un llanto de alegría a su lado escuchar eso. Saber que a pesar de estar mal quiere buscar ese sentimiento de felicidad.


Ahora me cuenta cuáles son sus pensamientos. Sigue en tratamiento. Tiene mi apoyo incondicional. Se siente cansada de estar así. Me dice que quiere ser normal y tener una sonrisa desde adentro.


Es una gran luchadora. Venimos luchando desde los 3 años. Sufrió de abuso por parte del padre biológico. Logró contarme lo que pasó siendo tan chica, que desde entonces tenemos una comunicación casi sin palabras. Me dolió y sentí que fallé cuando me contó su primer intento de suicidio. Sentí que ya no confiaba en mí. En los dos episodios siguientes recurrió a mí para ayudarla. De igual modo empezó a contar y sacar esos fantasmas de su cabeza. No digo que es fácil escuchar, porque para uno, como padre, escuchar que su hijo quiere hacerse daño es desgarrador, pero ahí estoy para escuchar, para apoyar.


Creo que me faltaba eso, no sabía escuchar, siempre estuve y actúe, pero no escuchaba. Ahora busco su mirada, porque en ella veo lo que siente. Miren a los ojos porque es la puerta del alma: si están tristes, si están brillosos, pícaros, contentos, nos dicen todo.


Nosotras seguimos luchando para curarnos y para un día poder decir que ganamos la batalla, nos queda mucho, pero tengo fe en que vamos a salir adelante.


Espero que está breve historia, sirva para prevenir y ayudar a otras personas, muchas gracias por leerme.


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